En el siglo XVII Josep Ma. Ries, más conocido como el “Avi Ries”, construyó la Masia Santa Rosa. Otra familia, la Surroca, que en otros tiempos fueron buenos amigos, estaba ahora en continuas disputas con la familia Ries por derechos de herencia.
Un día los abuelos Ries y Surroca, jugadores empedernidos, se jugaron la Masia a las cartas. Desafortunadamente, el Avi Ries la perdió y tuvo que cederla a su rival, cumpliendo una promesa establecida de que nunca más se volvería a reclamar. La familia Ries abandonó la casa y los terrenos y la familia Surroca ocupó su nueva propiedad destrozando todo aquello que recordara a los antiguos propietarios.
Poco tiempo después, se supo que el patriarca de los Surroca, para ganar, había hecho trampas a las cartas. Enterado el Avi Ries, solicitó los servicios de una bruja que vivía en las afueras de Arenys de Munt para que les echara una maldición a aquella familia de tramposos. Así pues, la Masia cayó bajo los efectos de una terrible maldición y tuvo que ser abandonada, quedando con el tiempo en ruinas.
En 1970, descendientes directos del abuelo Surroca, ignorando que los terrenos estaban malditos, construyeron un restaurante sobre las antiguas ruinas de la Masia. Como la maldición todavía planeaba sobre aquel lugar, empezaron a vivir una serie de horribles situaciones que les obligaron a cerrar y abandonar el restaurante en la misma década de los 70.
En el año actual, Bernarda Surroca, dueña de los terrenos, pero completamente arruinada por la crisis, ha decidido abrir de nuevo el restaurante, con tanta prisa que los comensales lo encontrarán todavía en obras, sin modernizar. Todo es de otro tiempo: la decoración, la mentalidad de su dueña, el retrato del Avi Ries, que siempre ha de presidir la sala y... la maldición, que todavía sigue en pie!
Todo puede suceder cualquier noche en La Masia Encantada...
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